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Candela » Actualidad » Día 2 de la Novena de Navidad: Oraciones, reflexión del día, gozos y villancicos
Actualidad Redacción Candela 17 diciembre, 2024
Conoce la Novena de Navidad completa del día 2, el cual nos invita a reflexionar sobre la Anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen María.
Bienvenido al segundo día de nuestra Novena de Navidad completa del día 2. En este día, continuamos nuestra preparación espiritual para la llegada del Niño Jesús, profundizando en la fe y el gozo que esta celebración conlleva. Acompañemos este recorrido con oraciones, reflexiones, gozos y villancicos que nos acerquen a la esencia de la Navidad.
Comenzamos nuestro segundo día con una oración para pedir la guía divina en nuestro camino hacia la Navidad:
Oh Dios, Padre nuestro, en este segundo día de la Novena de Navidad, te pedimos que ilumines nuestro camino, fortaleciendo nuestra fe y esperanza en tu promesa de salvación. Guíanos con tu luz divina para que podamos vivir la Navidad con el corazón lleno de amor y paz. Amén.
Señor, te damos gracias por todas las bendiciones recibidas a lo largo del año. Te pedimos que continúes derramando tu amor y misericordia sobre nosotros y sobre toda la humanidad. Que la alegría de la Navidad llene nuestros corazones y nos impulse a compartirla con los demás. Amén.
Oh, Dios de paz, te suplicamos por la paz en el mundo. Que tu espíritu de amor y reconciliación reine en nuestros corazones y en todos los rincones de la tierra. Amén.
El segundo día de la Novena de Navidad nos invita a reflexionar sobre la Anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen María. Este momento crucial en la historia de la salvación nos recuerda la humildad y la obediencia de María ante la voluntad divina. Aceptó la misión de ser la Madre de Dios, a pesar de la magnitud del desafío. Su “sí” cambió el curso de la historia, trayendo la esperanza de la salvación a toda la humanidad.
La Anunciación nos llama a la reflexión sobre nuestra propia respuesta a la voluntad de Dios en nuestras vidas. ¿Somos igualmente dóciles y obedientes ante su llamado? ¿Estamos dispuestos a aceptar los desafíos que se nos presentan, confiando en su guía y protección?
La humildad de María es un ejemplo a seguir. Ella, siendo una joven sencilla, se convirtió en la Madre del Salvador. Su humildad nos enseña a reconocer nuestra pequeñez ante la grandeza de Dios y a confiar plenamente en su infinita misericordia.
Meditemos en la grandeza de este misterio, y pidamos a María que nos ayude a ser instrumentos de su voluntad en nuestras vidas.
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les dísteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
El verbo eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada.
Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que fue Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la encarnación. El creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.
Aquel momento fue muy solemne: era potestativo en María rehusar… Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el “sí” que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina.
La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él. Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones en llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo.
¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervoroso deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! Ven a nuestras…
¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte el brazo! Ven a nuestras…
¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo. Ven a nuestras…
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! Ven a nuestras…
¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios. Ven a nuestras…
¡Espejo sin mancha, santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo! Ven a nuestras…
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, De Israel anhelo Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! Ven a nuestras…
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo! Ven a nuestras…
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo cercanos! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! Ven a nuestras…
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! Ven a nuestras…
¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto! Ven a nuestras…
Puedes buscar estos villancicos en páginas de música online.
Que este segundo día de la Novena de Navidad completa del día 2 sea una experiencia de profunda fe y alegría. Recuerda que la oración y la música nos ayudan a estar listos para la llegada del Niño Jesús.
¡Feliz Navidad!
*Este contenido fue escrito por inteligencia artificial y revisado y editado por un periodista digital y editor
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