Este es el municipio de Colombia donde los habitantes adoptan muertos y que desató todo tipo de comentarios entre la población.
Foto: Captura de pantalla
En el cementerio de un pueblo de Antioquia, hay un pabellón que guarda los restos de quienes nunca fueron reclamados. Los habitantes del municipio los llaman “ánimas benditas“ y, con la esperanza de recibir milagros, los adoptan como si fueran sus propios familiares.
La devoción es tal que, a lo largo de los años, esta tradición ha generado un problema inesperado: los fieles han cambiado los datos de los cuerpos no identificados. Ante esto, la Fiscalía tuvo que intervenir colocando un cartel en el pabellón de los NN: “Favor no borrar, pintar o cambiar los datos de los NN”.
La advertencia busca evitar que las tumbas sean alteradas, pues cada cuerpo podría ser clave para investigaciones forenses y para las familias que, río arriba, siguen buscando a sus desaparecidos.
¿Cuál es el municipio que adoptó muertos en Colombia?
Puerto Berrío es un municipio marcado por la violencia. Durante décadas, las aguas del río Magdalena han arrastrado cuerpos sin nombre, víctimas de conflictos que van desde la violencia política del siglo XX hasta las guerras entre paramilitares, guerrilla y bandas criminales.
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Sin embargo, en este pueblo los muertos no quedan en el olvido. La tradición dicta que, quien adopta a un NN, se convierte en su padrino o madrina. A cambio de cuidados, oraciones y flores, los fieles piden favores en diferentes aspectos de su vida.
“Que me ayuden a conseguir un buen trabajo, que me traigan suerte en las finanzas o me ayuden a solucionar problemas familiares”, son algunas de las peticiones más comunes.
El fervor es tan grande que las tumbas de los NN son las más visitadas del cementerio. En muchas de ellas hay placas con mensajes de gratitud:
“Te doy gracias por todos los favores recibidos que me has concedido. Que el Señor siempre esté contigo y en la gloria de Dios”, dice una de las inscripciones junto a una imagen de la Virgen.
Cerca, en la pared del pabellón de los sin nombre, alguien escribió simplemente: “Escogido. Isabel”.
El dilema de la fe y la legalidad
Esta práctica ha generado un desorden en el manejo de los cuerpos. Muchas veces, los restos de los NN solo tienen un número de registro que los identifica, pero al ser adoptados, sus datos son modificados por quienes los acogen.
Las autoridades intentan preservar la información original de los cadáveres, ya que pueden ser clave en casos de desaparición forzada. Sin embargo, la tradición es más fuerte que cualquier norma, y con cada nuevo cuerpo que llega, aparece un nuevo padrino dispuesto a cambiar su destino.
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Mientras tanto, lejos de Puerto Berrío, hay familias que siguen esperando noticias de los suyos, sin saber que alguien más ya los ha “adoptado” y les ha dado un nombre nuevo.
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