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Candela » Actualidad » Novena de Navidad día 5: oraciones, gozos y villancicos para este viernes 20 de diciembre de 2024
Actualidad Tatiana Carrillo 20 diciembre, 2024
Este viernes de diciembre continúan las Novenas de Aguinaldos. Te compartimos las oraciones para el día quinto.
Foto: ShutterstockLa Novena de Aguinaldos es una de las tradiciones más arraigadas en diversos países de América Latina, especialmente en Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Se celebra durante los nueve días previos a la Navidad, comenzando el 16 de diciembre, como una preparación espiritual para la llegada del Niño Jesús. Este ritual no solo tiene un profundo sentido religioso, sino que también está cargado de simbolismo cultural y familiar, siendo un tiempo para compartir con los seres queridos, orar juntos y reflexionar sobre el verdadero significado de la Navidad.
Aquí te presentamos las oraciones para el día quinto de la novena de aguinaldos.
La Novena de Aguinaldos tiene sus raíces en el fervor religioso del pueblo latinoamericano, que en su deseo de prepararse para la Navidad, comenzó a rezar y a hacer penitencia en los días previos al 25 de diciembre. Esta práctica surgió en Colombia a finales del siglo XVIII, cuando el sacerdote español Fray Fernando de Jesús Larrea ideó la estructura de la novena, que consiste en oraciones, cantos y meditaciones sobre los misterios de la Virgen María y el nacimiento del Salvador.
El término “Aguinaldos” hace referencia a los regalos que se dan durante esta época, pero en el contexto de la novena, se refiere a los “regalos espirituales” que se obtienen al orar juntos en comunidad. A lo largo de los días de la novena, las familias se reúnen para rezar, cantar villancicos y realizar actos de caridad, compartiendo la alegría de la Navidad.
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les dísteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima madre; veamos hoy toda la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que no tengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatifica terrestre; la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad, Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos.
Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura… Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria… ¡cuán ardientemente deseaba ese día!
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Tal era la expectativa de María… era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda la vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino por esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra cooperación a la gracia; de manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?
Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo.
¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervoroso deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
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Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Estas son las oraciones para el día quinto de la novena de aguinaldos ¿Qué opinas? Escribe lo que piensas en los comentarios de nuestras redes, ¡y dale compartir!
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Sobre el autor
Comunicadora social y periodista de la corporación universitaria Minuto de Dios, con experiencia en creación de contenido y redacción periodística para diversas áreas, actualmente soy periodista digital de Vibra FM y Candela estéreo.v
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